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lunes, 26 de diciembre de 2011

Carta escrita de un padre cubano a su hijo.

Hijo: Por estos días tu ausencia me sangra a menudo, no puedo evitarlo. Me refugio entre bacardíes dobles, evitando las traviesas lágrimas siempre prestas a desandar mejillas. Las lágrimas son tamposas, ni siquiera los bacardíes las detienen. Este año serán catorce navidades imaginando abrazos, a veces intentando reconocer una voz que dejaste atrapada en tu infancia pues has crecido, eres un hombr ...e. Más de una vez de camino al trabajo he escuchado una voz infantil a mis espaldas que me sacude el alma, un ¡Papá!, que me hace virar el rostro por puro instinto y ver un pequeño extraño que grita a su padre, que me hace detenerme, respirar profundo y hablar unos segundos con tu imagen que busco entre mis recuerdos. Hoy te pido perdón, la libertad me cobró un precio elevado, tu lejanía y a veces me pregunto si soy buen padre, si no debí quedarme y gritar por la libertad en nuestra tierra. Ahora solo puedo legarte, la dignidad que otorga al perenne inconforme la voluntad de pensar en el bien de todos los cubanos, más que en el propio, la dignidad que otorga el grito entre la desidia de mis compatriotas, la voluntad de soñar con una tierra libre. Perdón, hijo, te escribo y lloro. Has crecido, eres un hombre noble y bueno, lo sé, a tal punto que habrás de perdonar estos catorce años de lejanía, hasta aquellos que movidos por la arcaica postura de la sinrazón, han cercenado nuestro abrazo. A estas alturas te prometo que no callaré jamás. para que otros abrazos no se fusilen en aduanas y consulados. Solo te pido que en correspondencia con todos estos años, no calles, cuando la libertad está entre rejas, hasta el abrazo, el beso y la caricia, han de fundirse para forjar la hoja que aniquile de un mandoble al tirano.
Te beso,
Papá.
 

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